(El cuerpo sigue a la mente)

Aquí también te ofrezco la versión de audio, por si eres como yo
(me encanta escuchar, además de leer).

 

En mi opinión la peor enfermedad es aquella que se genera como un mecanismo de inspirar lástima con tal de obtener un poco de atención por parte de alguien… Es decir, termina siendo un pobre reemplazo del amor, al mendigar algún tipo de compensación por la soledad!

¿No será acaso esta la misma causa de la hipocondría?

Por el contrario, el  bienestar mental se va reflejando también en el cuerpo pues la satisfacción que se obtiene al asumir una actitud de positivismo y gratitud, va generando endorfinas al igual que lo haría el hacer alguna actividad física de nuestra predilección, o incluso el reír a carcajadas.

Lo que pensamos, y decimos

Encontramos incluso en libros sagrados cómo se hace referencia a que lo que contamina al hombre no es lo que entra por su boca, sino lo que sale de su corazón…!

La mente es mucho más poderosa de lo que imaginamos. Hemos subestimado nuestros pensamientos y la frecuencia con la que los formulamos. Tal vez creemos que es inofensivo el quejarnos mentalmente o hasta desear el mal a los demás; sin embargo, cada vez que nos permitimos pensamientos negativos, hay una reacción química directamente en nuestro hígado, páncreas, estómago, sistema nervioso, y otras partes del cuerpo!

Lo peor es que somos tan repetitivos, que nos auto-recetamos la misma dosis al redundar en los mismos pensamientos una y otra vez, asegurándonos así que los síntomas se afiancen hasta que la enfermedad más grave triunfe con todo éxito!

La buena noticia es que la mente también puede actuar en nuestro beneficio si establecemos pensamientos positivos, constructivos, empoderadores, y repletos de gratitud!

Se conocen innumerables casos de personas que logran cancelar los efectos nocivos de enfermedades ocasionadas por la amargura, al asumir una mentalidad de perdón (el cual es renunciar a juzgar), y mirar con auténtica compasión no sólo a las otras personas, sino a sí mismos en primera instancia.

Apreciemos más; encontremos la belleza en todas las cosas; seamos generosos con nuestro tiempo y nuestros talentos.

Demos cariño caudalosamente a través de nuestras palabras hechos y pensamientos, sin razón aparente, y a todos por igual!

Lo que elegimos recordar y sentir al respecto

La vida es el momento presente! Todo lo demás son sueños y recuerdos, los cuales evocan alguna emoción dentro de nosotros, y pueden motivarnos o desalentarnos ante las nuevas decisiones que tomaremos.

Cuando elegimos sentir resentimiento por algo que se dio en el pasado, revivimos el momento con el mismo realismo que se dio originalmente, incluyendo los efectos en nuestro organismo.

Lo importante es que siempre tenemos la opción de decidir cómo queremos afrontarlo; ¿nos conviene continuar alimentando el mismo sentimiento? O acaso sería más sabio optar por reconocer que realmente no sabemos a ciencia cierta las circunstancias que las otras personas estaban viviendo en el momento de la aparente ofensa. Por lo tanto las palabras y acciones de otros sólo pueden ser comprendidas por ellos mismos en el mejor de los casos, pues a veces ni se sabe por qué uno actúa de una u otra forma… se requiere mucha introspección y auto-conocimiento para discernir qué nos mueve y motiva en la vida.

Los apegos que tenemos

¡Cuántas veces defendemos vehementemente algo (material o intangible) simplemente por temor a perderlo, pensando que no podríamos vivir sin ello! Esta es una mentalidad de “escasez”… ¡pobreza ficticia!

Posiblemente se trata de un punto de vista, una persona, un objeto, un trabajo, etc.

Y en realidad, sólo se trataba de una costumbre; una “zona de confort”. Era a lo que estábamos habituados simplemente, y el no saber cómo serían las opciones sin ese factor, nos llenó de inseguridad y hasta pánico.

Sin embargo, realmente nada ni nadie es indispensable… ¡ni uno mismo!

Uno de los maravillosos regalos que se nos dio al nacer, es nuestra capacidad de adaptación y la creatividad (recursividad) para salir adelante siempre!

En otras palabras, ningún elemento externo tiene realmente el poder de controlarnos, a menos de que nosotros mismos se lo hayamos dado voluntariamente. La única  excepción son algunos elementos básicos de supervivencia: el oxígeno que respiramos, el agua, algunos alimentos, y ciertas horas para dormir.

De resto todo puede ser variable y complementario por puro gusto. El entregar voluntariamente un poder excesivo a cualquiera de esos otros elementos, es renunciar a nuestra libertad, gozo y crecimiento.

Al hacerlo, nos llenamos de estrés, y por lo tanto de los efectos físicos que lo acompañan.

Nuestra capacidad de desapego

Contrastantemente al punto anterior, todos tenemos la posibilidad de soltar lo que deseemos dejar atrás, ¡pues no es parte de nosotros! Sólo nos ha sido prestado por la vida para que cumpliera el propósito de permitirnos crecer en alguna área de nuestra existencia, pero cuando ya su misión ha sido cumplida, ya no lo necesitamos y nos conviene liberarnos.

El llenarnos de lastre, sólo nos cansará disminuyendo nuestra energía creativa y vital.

Seamos agradecidos por cada oportunidad que aparece en nuestro caminar, sin actuar en forma posesiva.

Igualmente seamos generosos en forma incondicional, con todo lo que somos, tenemos,  y podemos hacer.

Esta es la actitud de prosperidad que atraerá siempre más abundancia a nuestras vidas, y liberará nuestra mente y cuerpo de malestares.

¡Como puedes ver, depende de uno mismo!